miércoles, 25 de noviembre de 2015

LOS DIABLILLOS ROJOS, de Eduardo Galán y Arturo Roldán

PRÓLOGO DE GUADALUPE SORIA TOMÁS
Tapa blanda. 212 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402982

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FRAGMENTO DEL PRÓLOGO DE "LOS DIABLILLOS ROJOS", POR GUADALUPE SORIA TOMÁS

La segunda obra que nos ocupa, Los diablillos rojos, nace de la colaboración de Galán con el psiquiatra, psicoanalista y escritor Arturo Roldán. La pieza, dirigida por Francisco Vidal, está protagonizada por Beatriz Carvajal, una de las grandes cómicas de nuestra escena, en el papel de Toñi, junto a Juanjo Cucalón, como Andrés. Ambos interpretan a los pacientes -una aquejada de alucinaciones visuales, el otro del síndrome de Cotard- que tratan los psiquiatras interpretados por Sergio Pazos y Montse Plà. La producción cuenta con el aliciente de las proyecciones de los diablillos rojos -visiones de Toñi- diseñados por José Gallego.
La medicina ha sido terreno abonado para la comedia, proclive a la construcción de personajes que muestran determinados rasgos extremadamente exagerados. En el caso de los trastornos de la conducta, contamos, como claro antecedente a esta obra, con el éxito de Toc-Toc, de Laurent Baffie, presente en la cartelera madrileña de los últimos años. En unos breves comentarios sobre el génesis de Los diablillos rojos, Roldán afirmaba que:
“La delicada línea que separa lo normal de lo patológico tiende a borrarse cuando se trata de las llamadas enfermedades mentales. Sus síntomas, vistos desde la zona de confort, desde este espacio cotidiano en que nos movemos todos los días, parecen disparates de una mente trastornada y, por lo tanto, alejados de nosotros.
Pero en todo ser humano, en cada uno de nosotros están los mismos deseos, los mismos sueños, los mismos miedos que muestran aquellos que están etiquetados por las distintas categorías psiquiátricas.
Es precisamente en esta frontera entre la normalidad y la patología donde se dibuja con nitidez la fuerza de los síntomas, el poder de la fantasía y lo irreductible del deseo, nunca satisfecho.
Es en esta frontera donde el ADN del alma humana puede ser descifrado.”

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FRAGMENTO DE "LOS DIABLILLOS ROJOS"

TOÑI
Sentada y repitiendo para sí misma como en letanía.
Me quiero ir, me quiero ir, me quiero ir a mi casa, a mi casa, me quiero ir, me quiero ir, me quiero ir a mi casa, a mi casa...
ANDRÉS
Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbados los sentidos. Y aunque le hicieron los remedios posibles...
TOÑI
Al verlo y señalándole la máquina de escribir. En broma.
¿Qué? ¿Paseando al perrito?
ANDRÉS
Ladrando en broma. A la máquina.
Calla, Olivetti, que nos van a descubrir.
A TOÑI.
Te has confundido de unidad, oftalmología es en el tercer piso... ¿No vas a desayunar?
TOÑI no contesta.
Cierran el comedor en quince minutos.
TOÑI
A lo suyo.
Me quiero ir, me quiero ir a mi casa.
ANDRÉS
Y yo y todos... ¡Anda qué lista!
TOÑI
De aquí no me muevo hasta que no me den el alta.
ANDRÉS
Vuelve a repetir su texto.
Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y se puso, como suele decirse, en los huesos...
TOÑI
¿Por qué lo repites?
ANDRÉS
Para que no se me olvide.
TOÑI
¿Qué es lo que no quieres olvidar?
ANDRÉS
El libro. Me lo estoy aprendiendo de memoria.
TOÑI
¿Eres actor?
ANDRÉS
¡Qué va! Es que van a prohibir los libros.
TOÑI
¿Pero qué disparates dices?
ANDRÉS
Es un plan secreto de la “troika”... Lo leí en un tuit.
TOÑI
Anda que no se escriben tonterías en los “tuitis”esos...
ANDRÉS
Que sí, que los van a quemar como hizo Hitler en Berlín. Por eso yo los memorizo. Con este ya llevo diecisiete.
TOÑI
¿Diecisiete?
Señalando la cabeza.
A ti se te ha ido...
ANDRÉS
Recitando.
Solo le sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no lo del entendimiento, porque quedó sano y loco... De la más extraña locura que entre las locuras hasta entonces se había visto.
TOÑI
Porque no habían visto a las locas de mi sala...
ANDRÉS
Imaginó el desdichado que era todo hecho de vidrio...
TOÑI
¿Estás chalado?¿ Cómo va a haber un hombre de vidrio?
ANDRÉS
Se creía de vidrio.
TOÑI
Creyendo que lo sabe.
¡Don Quijote!
ANDRÉS
Que no, mujer. Que ese es otro loco. Don Quijote se creía caballero andante.
TOÑI
Ah, sí, don Quijote y Sancho. Tanto monta, monta tanto don Quijote como Sancho.
ANDRÉS
El que se creía de vidrio era el licenciado Vidriera.
TOÑI
No tengo el gusto de conocerle... ¿Y tú de qué estas loco? Porque tú...
ANDRÉS
Con complicidad, diciendo la célebre frase de Dalí e imitándole.
La única diferencia entre un loco y yo, es que yo no estoy loco.
TOÑI
Sorprendida, riéndose.
Y yo soy Napoleón Bonaparte, ya te digo... Anda, que estás como vaca sin cencerro.
ANDRÉS
¿Y tú, qué, estás de vacaciones? Porque te han traído aquí.
TOÑI
Sí, pero me han traído por culpa de los diablillos rojos.

lunes, 16 de noviembre de 2015

NUESTRA COCINA, de José Luis Alonso de Santos


Tapa blanda. 236 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402968

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PRÓLOGO de Marga Piñero (Fragmento)

Esta Cocina es símbolo de todos los bajos mundos, del fuego y del infierno, pero es símbolo también de un lugar claustrofóbico en donde la emoción anda a riendas sueltas. Los personajes vivirán sus peripecias encerrados en ese lugar que impone un ritmo vertiginoso, un ir y venir a tal velocidad que chochan unos con otros, un lugar que despierta y acelera la locura que todos llevamos dentro. En los escasos momentos de calma escucharemos los sueños de estos personajes tan alejados de larealidad en la que viven, sus necesidades, sus deseos, sus emociones, su visión de la vida...

NUESTRA COCINA, de José Luis Alonso de Santos (Fragmento)
 
Sale el MAÎTRE. ROSA le hace un gesto de burla a sus espaldas.
CELIA se dirige a cubertería. SARA va a las bebidas.
ROSA
Ya van tres veces esta semanita.
A SARA.
Sara... Juani no viene hoy tampoco. ¿Te importa ayudarme?
SARA
Imposible, me toca las bebidas.
ROSA
A CELIA.
Celia guapa...
CELIA
No, ni me lo pidas.
ROSA
¿Dónde está Isabel?
SARA
Cambiándose.
ROSA
Yendo hacia el vestuario.
¡Isa! ¡Bonita! ¿Dónde estás hoy?
ISABEL
En la terraza.
ROSA
¡Uf! Pues contigo ni cuento.
SARA
¿Y Flor?
Señala a FLOR que está a su lado.
Esta es Flor, la nueva
ROSA
¿Es nueva? ¡Buenísima idea!
Le coge de la mano y la saca del vestuario.
Ven aquí, bonita, que te voy a enseñar todo lo que tienes que hacer.
ISABEL
Sujetándola.
De eso nada, hoy se queda conmigo en la terraza. Que vaya Sara.
Empiezan a forcejear tirando de FLOR de un lado y de otro.
Se unen el resto de las camareras a la discusión.

SARA
Eso, y los clientes del sector cinco que se sirvan ellos ¿no?
CELIA
¿No ha dicho que ha trabajado en el Ritz? Pues que espabile. No nos van a caer a nosotras dos sectores.
SARA
No me extrañaría nada. ¡Dos, cinco, y al final hacemos hasta la comida!
ISABEL
Tú ven conmigo, que éstas nos lían.
CELIA
¡Se acabó! Ahora mismo voy a hablar con el señor Jesús...
SARA
Con quien hay que hablar es con el inepto ese del Maître, que es el que la ha liado.
ROSA
¡Sí, venga, vamos a ver si lo soluciona el Maître!
Salen todas las camareras en dirección al comedor. La última es SARA, y al salir BRUNO le da una palmada en el culo.
BRUNO
¡A ver al MAÎTRE! ¡Corre, corre!
SARA
¡Bruno, guapo, y es un decir, tócale el culo a tu madre!
Sale.

sábado, 31 de octubre de 2015

EL CONDE FERNÁN GONZÁLEZ Y LA EXENCIÓN DE CASTILLA, de Mariano José de Larra.

Tapa blanda. 216 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402975

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INTRODUCCIÓN, por Fernando Olaya Pérez (Fragmento)

 Si bien Fernán González aparece en numerosas obras literarias vamos a referirnos ahora a dos antecedentes claros en el género teatral. Destaca, en primer lugar, que Lope de Vega le dedicara una de sus comedias, titulada "El Conde Fernán González" (1623), que parece más centrada en sus avatares batalladores y muy en la línea de la comedia lopesca, presentando a un conde que es un auténtico héroe medieval y un caballero. Un antecedente algo más claro del drama de Larra parece ser "La más hidalga hermosura" (1645) de Rojas Zorrilla, aunque existen evidentes diferencias entre las dos tramas. Aquí Fernán González se ha transformado en un galán de medio pelo y la trama está centrada en cuestiones amorosas.
La obra de Larra recoge el espíritu caballeresco de la figura de Fernán González, pero enreda todo el asunto de la exención de Castilla en una trama palaciega de odios, rencores, amores
superlativos y dudas existenciales.

EL CONDE FERNÁN GONZÁLEZ Y LA EXENCIÓN DE CASTILLA, de Mariano José de Larra (Fragmento)

ESCENA IX (ACTO I)
El REY y FERNÁN GONZÁLEZ.
 
FERNÁN
Gran señor, a vuestros pies
don Fernán González puesto...
Levantándose.
El rey no me oye, ¿qué es esto?
¡Vive Dios! Por San...
REY
¿Quién es?
FERNÁN
Rey don Sancho, a vuestras plantas
está el conde de Castilla,
el que a ninguno se humilla...
Se levanta.
¡Cielos, conde! ¿Y esto aguantas?
¿Dónde, don Sancho, aprendisteis
a tratar con tanta afrenta
al que mejor os asienta
la corona que os pusisteis?
¿Conocéisme, rey don Sancho?
¿Sabéis que en Burgos si os viera,
con sólo que os recibiera
os viniera a vos muy ancho?
¿Que soy tan rey como vos,
y que aunque aquí vos mandéis,
en Burgos me obedecéis,
y que reinamos los dos?
¿Son estas las Cortes, son,
con cuyo torpe pretexto
me sacasteis para esto
del centro de mi nación?
REY
¿Y quién es el sandio, el necio,
el atrevido, el osado,
que así el grito ha levantado?
Sino porque le desprecio,
yo le enseñara a ese conde
a temblar en mí la ley,
y a respetar a su rey
como a su rey corresponde.
Que si aún decís que reináis
porque levantar podéis
los estados que tenéis,
no sois vos el que ignoráis
que es más el rey en León
que no en Castilla su conde.
...

miércoles, 28 de octubre de 2015

EN EL OSCURO CORAZÓN DEL BOSQUE, de José Luis Alonso de Santos.

EN EL OSCURO CORAZÓN DEL BOSQUE/NUESTRA COCINA
de José Luis Alonso de Santos
Prólogo de Marga Piñero
Tapa blanda. 236 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402968


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FRAGMENTO DEL PRÓLOGO, POR MARGA PIÑERO.

 ¿Cuáles son los conflictos de estos personajes, de estos viejos gatos? Para María Zambrano el ser humano -los personajes- en su trayecto vital -en su tránsito dirá Alonso de Santos- han de enfrentarse con el atrevimiento y el riesgo para cumplir con su condición propiamente humana, el riesgo de atreverse a vivir lo que sienten.

FRAGMENTO DE "EN EL OSCURO CORAZÓN DEL BOSQUE"
 
GATA VIEJA
¡Le he visto!
GATO VIEJO
 

Aparta los ojos del libro y la mira muy interesado.
¿Dónde?
GATA VIEJA
Hace un rato, cruzando delante de los de la mudanza.
GATO VIEJO
Sí..., pero..., ¿dónde?
GATA VIEJA
Sacaron el armario de nogal y el espejo, luego levantaron la alfombra grande del salón y estaba debajo. Ellos no le vieron. Pasó por allí tan tranquilamente.
GATO VIEJO
¡Estaba debajo de la alfombra...! ¡Qué traidor!
Se levanta muy excitado del banco, y pasea de un lado para otro.
¡Sabía que estaba en el salón grande! ¡Lo sabía...! ¿Has visto hacia donde fue?
GATA VIEJA
Eso sí, ¿verdad? Si es para intentar cazar a ese infeliz sí te levantas. Ya ni te duele la rodilla ni te pasa nada. Lo único que aún te mueve es el odio, el odio que le tienes ¿Ves como no te sirve de nada leer ese libro?
GATO VIEJO
¡No es odio! ¡Yo no odio a nadie! A mí no me afecta nada, dejo que las cosas golpeen contra mí, como el viento que trae las hojas a mis pies.
Empuja con su pie las hojas caídas ante él.
GATA VIEJA
¡Majadero! ¡Eres un majadero asesino!
GATO VIEJO
Quiero cogerle porque soy un gato, ¿comprendes?, y él es un ratón. Nada más que por eso. No es una cuestión personal. No es odio. Es mi obligación. Es tradición. Mi padre perseguía ratones, mi abuelo perseguía ratones, el padre del padre de mi abuelo perseguía ratones, y yo persigo ratones, y ya está. Asunto terminado. No quiero darle más vueltas ni más explicaciones.
GATA VIEJA
¿Y por eso te pasas la vida afilando cuchillos y escondiéndolos en los rincones? ¡Quieres matarle! Confiésalo. Eres un animal.
GATO VIEJO
¡Sí, soy un animal, y no me importa! Cuando me veo reflejado en el agua del arroyo me digo siempre: “mira, ahí hay un animal”. No me hago ilusiones por estar todo el día entre los humanos, que son más animales que nosotros. Ellos también matan, ¿o no? Y se destrozan unos a otros. Pero basta, te conozco. Quieres que discutamos porque estás nerviosa por lo que está pasando, y así te desahogas conmigo que no tengo culpa de nada. Y yo “no quiero estar nervioso ni quiero discutir” ¡Quiero respirar despacio y en paz! Respira de forma sonora y controlada abriendo los brazos. 
Esto es lo único que quiero ya en esta vida: respirar, leer mi libro y oír a Mozart. ¡Ah!, y cazar ratones si puedo, claro.
Busca dónde tiene escondido cerca un cuchillo.
GATA VIEJA
Acusándole apasionada.
No te dará vergüenza ser como eres..., siempre pensando en ti mismo, en lo que te apetece o no te apetece, egoísta, que eres un egoísta.
GATO VIEJO
Muy bien. ¿Has terminado? Soy un egoísta y solo pienso en mí mismo porque quiero respirar. De acuerdo. Si no respiro me ahogo, me sienta mal y me muero. No quiero que me contagies tu respiración agitada ni tu angustia por todo. Si llora la niña como si no llora la niña, y si se llevan los muebles como si tiran la casa ¡Me da igual!, ¿lo oyes? Esta mañana he visto salir el sol, y los rayos amarillos iban cubriendo de colores mágicos las paredes. Luego cientos de lagartijas correteando inundaron la celosía como si celebraran una fiesta. Y hace un rato he estado escuchando cantar a la alondra. Ha sido precioso. ¿Tú has visto eso? ¿Lo has oído?
GATA VIEJA
Estaba haciendo cosas más importantes.
GATO VIEJO
Nada hay en la vida más importante que el canto de la alondra. Y tú te lo has perdido.
GATA VIEJA
Puro egoísmo, como siempre.
GATO VIEJO
Muy bien, lo que tu digas...
Coge un enorme cuchillo que tiene escondido en la maleza y va hacia la puerta trasera de la casa con él en la mano, cojeando levemente como siempre.
Tengo que irme, voy a ver si aún sigue ese en el salón.
GATA VIEJA
Se pone delante y trata de impedir su salida.
¡Asesino, más que asesino! ¡Deja ese cuchillo ahora mismo!
...

lunes, 21 de septiembre de 2015

EL CRIADO DE DOS AMOS, de CARLO GOLDONI

Tapa blanda. 280 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402944.
Traducción de Joseph Concha.
Edición e introducción de Fernando Olaya Pérez. 
Esperpento Ediciones Teatrales 2015.

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FRAGMENTO de la introducción a "EL CRIADO DE DOS AMOS" de Carlo Goldoni, por Fernando Olaya Pérez.

El personaje de Truffaldino, el Bertoldo de la edición española, deriva de la máscara de la Comemedia dell´Arte llamada Arlecchino. Ya se ha comentado como Goldoni quita la máscara a los personajes, que aparecen a cara descubierta, y dota a la comedia de una trama congruente de tipo aristotélico, aunque recargada de gags y chistes, también muy propios de la comedia palatina. Giorgio Strehler cuando decide recuperar en 1947, para el Piccolo Teatro di Milano, la obra de Goldoni la titula "Arlecchino servitore di due padroni", debido a que el personaje de Arlequín y su indumentaria a base de rombos había cosechado gran fama entre el público, asociándose en el mundo infantil a una especie de payaso. Truffaldino pasa así al anonimato y, tergiversando la situación, muchas compañías comienzan a representar la obra con máscaras al modo de la Commedia dell´Arte.
Para una recuperación auténtica de este arte habría que volver a los “canovaccio”, o argumentos, sobre los que se basaban las improvisaciones y que han sido publicados, en diversas ediciones, con posterioridad a Strehler. Si a todo esto le unimos el relativo auge actual del teatro improvisado, encontramos un cierto galimatías difícil de comprender cabalmente.

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FRAGMENTO de "EL CRIADO DE DOS AMOS" de CARLO GOLDONI:

BERTOLDO Y BARTOLO. Entran BEATRIZ y DON PANTALEÓN.

BEATRIZ
¿Qué haces de rodillas?
BERTOLDO
Estaba aquí dibujándole al patrón el modo de cubrir la mesa, compuesta con estos pedazos de papel.
BEATRIZ
¿Y qué papel es?
BERTOLDO
¡Oh, pobre de mí, que es la letra de cambio! Ahora sí que la he hecho buena.
BEATRIZ
¡Esta es la letra de cambio! ¡Ah, canalla, bruto incapaz! ¿Qué le parece a vuestra merced, señor don Pantaleón, no es un asno?
PANTALEÓN
A la verdad que es cosa de risa, en fin se puede remediar; pues yo haré otra, como es mía.
BEATRIZ
Lo mismo hubiera sido, si hubiera venido de lejos.
BERTOLDO
Todo el mal ha venido porque el patrón no sabe cubrir la mesa.
BEATRIZ
Calla y vete allá dentro.
BERTOLDO
Sobre que no sabe...
BEATRIZ
Ya te digo que te vayas.
BERTOLDO
En materia de disponer una comida no le cedo ni a mi padre.
Vase.

BARTOLO
Este hombre no le comprendo, parece medio tonto, y no lo es.
BEATRIZ
Finge, pero para su provecho sabe muy bien gobernarse. Patrón, comamos.
BARTOLO
Señor, para poner seis platos por portada, es menester esperar un poco.
PANTALEÓN
¿Cómo es eso de seis platos? Sin portadas: no andemos en cumplimientos, plato a plato; y no andarse con ceremonias, señor don Federico.
BEATRIZ
Cuando es así, vuestra merced arréglese.
BARTOLO
Bien, ¿pero quisiera vuestra merced algún plato particular?
PANTALEÓN
Si hay algo de carne picada, me alegraré, porque me gusta, y como no tengo buenos dientes, hallo menos trabajo.
BARTOLO
Haremos una almondiguillas.
PANTALEÓN
Sí, sí, almondiguillas.
BEATRIZ
Pues que sea pronto.
BARTOLO
Las hay hechas.
BEATRIZ
Dígale a mi criado que me venga a servir.
BARTOLO
Éntrese vuestra merced en su cuarto, que allá irán a poner la mesa.
Vase.
BEATRIZ
Vuestra merced habrá de perdonar, si no fuese el tratamiento como vuestra merced se merece.
PANTALEÓN
Ya he dicho que no gasto ceremonias; con amistad y fuera cumplimientos.



domingo, 13 de septiembre de 2015

RUY BLAS, de VÍCTOR HUGO

Tapa blanda. 212 pág. 13,8 x 21 cm. ISBN 9788494402951
Traducción de Bartolomé Mitre.
Incluye prólogo del traductor y prefacio de Víctor Hugo.
Edición e introducción de Fernando Olaya Pérez.


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FRAGMENTO DEL PREFACIO DE VÍCTOR HUGO


Mirado bajo el punto de vista puramente literario, el aspecto de esta idea, intitulada Ruy Blas, cambiaría también. Las tres formas soberanas del arte podrían aparecer personificadas y resumidas: don Salustio sería el drama, don César la comedia, Ruy Blas la tragedia. El drama anuda la acción, la comedia la complica, la tragedia la desata.
Todos estos aspectos son exactos y verdaderos, pero ninguno de ellos es completo. La verdad absoluta está únicamente en el conjunto de la obra. Que cada uno encuentre lo que busca, y el poeta, aunque de ello no se lisonjee, habrá conseguido su objeto. El argumento filosófico de Ruy Blas, es el pueblo aspirando a las regiones elevadas; el argumento humano, es un hombre amando a una mujer; el argumento dramático, es un lacayo enamorado de una reina. La multitud que cada noche acude a ver esta obra, porque en Francia la atención pública jamás deja burladas las tentativas del talento, cualesquiera que ellas sean, la multitud no ve en Ruy Blas más que este último argumento: el dramático. Osea, el lacayo; y tiene razón. 

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FRAGMENTO DE RUY BLAS, DE VÍCTOR HUGO

ACTO IV
ESCENA TERCERA 
DON CÉSAR y un LACAYO.
DON CÉSAR 

Midiendo al LACAYO de pies a cabeza.
¡Amigo! ¿Qué buscáis? 

Aparte
Aquí, con todo mi aplomo.
EL LACAYO
A don César de Bazán.
DON CÉSAR
Aparte.
¡Pero esto es maravilloso!
Desembozándose.
Ese soy yo.
EL LACAYO
¿Sois don César?
DON CÉSAR
¡Pardiez! Otro no pienso
que pueda haber. Yo mismo.
EL LACAYO
Poniendo el talego sobre una silla.
Contad, y ved si está todo.
DON CÉSAR
Como deslumbrado. Aparte.
¡Esta es buena!
Alto.
Amigo mío...
EL LACAYO
Esta es la plata y el oro
que tengo encargo de daros.
DON CÉSAR
Con gravedad.
Ya comprendo...
Aparte.
¡Vaya un modo!
Lléveme el diablo si entiendo;
Pero va bien el negocio.
No le echemos a perder.
Alto.
¿Queréis un recibo?
EL LACAYO
Todo
lo ordenado, es entregar.
DON CÉSAR
Ponedle ahí. A propósito,
¿quién lo manda?
EL LACAYO
Bien sabéis...
DON CÉSAR
¡Sin duda!
Aparte.
¡Me vuelvo un topo!
Alto.
Pero…
EL LACAYO
Y muy bien conocéis.
DON CÉSAR
¡Ah! ¡Sí!
EL LACAYO
Y no es eso todo.
Y para lo que sabéis,
¡Chitón!, y mucha reserva,
recomienda sobre todo.
DON CÉSAR
Magnífica frase. ¿Cómo?
Repetídmela.
EL LACAYO
De parte de quien sabéis.
DON CÉSAR
Sí.
EL LACAYO
Y lo otro,
para lo que vos sabéis.
DON CESAR
¿Y reserva sobre todo?
EL LACAYO
Sobre todo, gran reserva.
DON CÉSAR
¡Esto es claro!
Aparte.
¡Como un pozo!
EL LACAYO
Yo obedezco. En lo demás
nada comprendo.
DON CÉSAR
Eso es obvio.
EL LACAYO
Mas vos comprendéis.
DON CÉSAR
¡Ya! ¡Ya!
EL LACAYO
Esto me basta.
DON CÉSAR
¡Pues cómo!
Sí comprendo, amigo mío,
puesto que soy el que tomo.
Esto es claro como el agua,
y que se bebe de un sorbo.
EL LACAYO
¡Chitón!
DON CÉSAR
¡Chitón!
EL LACAYO
Pues contad.
DON CÉSAR
¿Por quién me tomas? ¡Mil votos!
Admirando lo repleto del talego, que coloca sobre la mesa.
¡Oh! Qué vientre tan repleto!
EL LACAYO
Pero...
DON CÉSAR
Pareces buen mozo.
Me fío en ti.
EL LACAYO
Son doblones
de buena ley: plata y oro.
DON CÉSAR abre el talego y saca de él varios sacos más pequeños llenos de
plata y oro, que va vaciando sucesivamente sobre la mesa con admiración; enseguida empieza a coger puñados de oro y a echárselos en los bolsillos.

DON CÉSAR
Aparte, interrumpiéndose con majestad.
Vaya un caso singular,
con que mi cuento corono.
Echándose más oro a los bolsillos.
¡Tengo el galeón de las Indias!
Un verdadero tesoro.
Sigue llenándose sucesivamente todos sus bolsillos , y parece haberse olvidado del lacayo.
EL LACAYO
Vuestras órdenes aguardo.
DON CÉSAR
¿Para qué?
EL LACAYO
Para en un todo
ejecutar sin demora
lo que sabéis...
DON CÉSAR
¡No eres bobo!
EL LACAYO
Y que yo no sé. Muy grandes
intereses...
DON CÉSAR
¡Sí! ¡Famosos!
EL LACAYO
Repito lo que me han dicho:
que es urgente.
DON CÉSAR
Golpeándole el hombro.
Lo conozco.
Gracias, servidor fiel.
Mucho me gusta tu modo.
EL LACAYO
Mi amo me encarga os ayude.
DON CÉSAR
Aparte.
¿Qué será?
Alto.
Eso es muy congruo.
Aparte.
Maldito si sé qué hacer
Alto.
Acércate.
Llena de vino el otro vaso.
Bebe esotro.
EL LACAYO
¡Qué! Yo señor...
DON CÉSAR
Bebe eso.
El LACAYO bebe, y DON CÉSAR vuelve a llenarle el vaso.
Cuida al levantar el codo,
que es un vino de Oropesa.
Ahora conversemos.
Aparte.
Noto
que el vinillo le hace efecto.
Alto y repantigándose en el sillón.
Dime ¿sabes lo que somos?
Pues el hombre es humo vano,
que sale como de un horno
del fuego de las pasiones.
Le sirve más vino.
¡Vaya! Todo esto es muy soso.
Tal cual en la chimenea
sube el humo; de otro modo
a la inversa baja el hombre...
Aparte.
Yo testigo.
Se frota la pierna. Alto.
Como un plomo.
Llena los dos vasos.
Bebamos, que vale más
que todo aquese tesoro
de un borracho la canción.
Acercándose al lacayo con aire misterioso.
Pero seamos cautelosos:
se puede el eje quebrar
si se recarga, y es obvio,
que una pared sin cimiento
se viene al suelo. Ven, pronto.
Arréglame el cuello.
EL LACAYO
Con arrogancia.
Como
no soy ayuda de cámara,
llamaré...
DON CÉSAR
¡Perdido estoy!
Entra uno de los NEGROS, DON CÉSAR muy agitado se vuelve al lado opuesto, como no sabiendo qué hacer.
EL LACAYO
Al NEGRO.
El cuello de su excelencia
arreglad.
El NEGRO se acerca con gravedad, arregla el broche del cuello del ferreruelo, saluda y vase, dejando a DON CÉSAR estupefacto.
DON CÉSAR
Aparte, poniéndose de pie.
¡Es un embrollo!
Se adelanta al primer término del proscenio, y se pasea a grandes pasos.
En casa de Belzebú
estar debo, ¡qué demonio!
En el tomar no hay engaño;
de este dinero dispongo,
pero ¿qué diablos hacer?
Volviéndose hacia el LACAYO, que estará sentado a la mesa, y continúa bebiendo y empezando a bambolear en la silla.
Se me ocurre…
Meditando, aparte.
Pues supongo
que pagar a mis acreedores
es echar agua en un pozo
y regar muy feas flores.
¡Está visto! Si no hay como
tener dinero, pues luego
el hombre se vuelve tonto,
y se corrompe, aun siendo
de Aníbal deudo. ¡Qué colmo!
¡Pues yo pagar lo que debo!
¿Qué se diría?
EL LACAYO
Apurando su vaso.
¿Qué ordena
vueselencia?
DON CÉSAR
Aparte.
¡Sí! ¡Ya! ¡Ya!
Alto.
Sigue bebiendo, entretanto
que lo voy a meditar.
El LACAYO sigue bebiendo. DON CÉSAR continúa paseándose; de repente, se golpea la frente como si hubiese encontrado una idea.
Dirigiéndose al lacayo.
Llena tus bolsillos de oro.
El LACAYO se levanta bamboleando, y llena sus bolsillos de oro, DON CÉSAR le ayuda y continúa hablando.
¡Escucha! En seguida irás
hasta la Plaza Mayor,
y allí tienes de encontrar
una casa muy estrecha.
Pero hermosa casa, ¡bah!,
que lleva el número nueve;
por más señas, que has de hallar,
un papel en vez de vidrio.
EL LACAYO
¿Casa tuerta?
DON CÉSAR
¡Qué no, tal!
Es sólo bizca. Cuidad,
que al trepar por la escalera,
bien te puedes estropear.
EL LACAYO
¿Una escala?
DON CÉSAR
Cuasi, cuasi.
Allí una bella verás,
de cabellos encrespados,
retacona; en lo demás
muy guapa, aunque tira a roja.
En fin, es una beldad.
Trátala con gran respeto,
porque es mi querida ¿estás?
Lucinda, de ojos azules
que antes fue rubia, y bailar
pudo ante el papa, un fandango.
Cien ducados le darás.
En un cuartucho de al lado,
verás un gran perillán
con la nariz colorada,
y a manera de antifaz
encasquetado un sombrero
muy viejo, del que además
cuelga un penacho que llora,
con un espadón al cinto.
Seis pesos le has de entregar.
Más lejos, en una cueva,
negra como humo, hallarás
una especie de taberna,
y un hombre al pie del umbral,
que bebe y fuma. Es un hombre
que no echa votos jamás;
muy bueno, muy elegante,
y por seña principal
se llama don Gualatromba.
Treinta escudos le darás.
Y dile que se los beba
a mi salud. Además,
si hay por allí otros bribones,
pórtate con caridad.
EL LACAYO
¿Y después?
DON CÉSAR
Guárdate el resto.
Por fin, para terminar...
EL LACAYO
¿Qué me ordena Vueselencia?
DON CÉSAR
Que te vayas a embriagar.
Rompe todas las botellas,
y a tu amo cuenta darás
mañana.
EL LACAYO
Príncipe, basta.
Se dirige hacia la puerta haciendo zig zags.
DON CÉSAR
Mirándole caminar.
¡Como una cuba se va!
Llama al LACAYO: éste vuelve.
Te han de seguir los ociosos;
tente firme, ¡voto a tal!
Compórtate como debes,
y si por casualidad
se te caen unos escudos,
déjalos caer no más;
y si algunos los recogen,
déjaselos embolsar.
Y si hasta la faltriquera
llegaren a registrar,
sé indulgente, que son hombres
como nosotros. Verás,
que en este mundo tan triste
bueno es el contento dar.
Con melancolía.
¡Un día serán ahorcados!
Trátamelos con bondad.
Vase el LACAYO. DON CÉSAR queda solo; apoya los codos sobre la mesa, y parece sumido en profundas reflexiones.
Es el deber de un cristiano
la riqueza bien emplear.
Ya tengo para ocho días.
Si algo quedase además,
lo emplearé en obras piadosas.
Pero, ¡quién sabe!, quizás
este es algún quid pro quo,
y va a volar el caudal.
La puerta del foro vuelve a abrirse, y aparece una DUEÑA velada, de cabeza entrecana, con abanico, basiña y mantilla negra.