sábado, 24 de noviembre de 2018

CONFIDENCIAS DE UN EDITOR DE TEATRO: EL PÚBLICO DE(L) TEATRO


EL PÚBLICO DE(L) TEATRO
Sin público no hay teatro. Este es un axioma irrefutable. Sin público el teatro no existiría. Es uno de los elementos imprescindibles del esquema comunicativo del teatro. Es el receptor. Y sin receptor, no hay comunicación. El público es uno de los grandes enigmas de este mundillo, y tan insondable como la eucaristía para los cristianos.
Autores que buscan su público
Se han intentado hacer diversas clasificaciones del público y todas tienen su problemática. Lo que parece claro es que el público ha evolucionado dependiendo del lugar que ocupa el teatro en el tejido social de cada época. En la actualidad podemos decir, a priori, que debe de haber tantas clases de público como tipos de teatro. Pero los compartimentos nunca son estancos.
Mucha gente de teatro suele (solemos) tener un ramalazo reduccionista y creemos que el teatro es solo el teatro que podríamos llamar artístico. No incluimos en nuestro imaginario el teatro comercial y el teatro musical. Estas dos vertientes son, precisamente, las que más público llevan al teatro. Y, por tanto, nuestra percepción del público está algo más que sesgada.
El público de este teatro artístico, que bebe del teatro griego antiguo y se retroalimenta del renacentista y barroco, para terminar incorporando todas las innovaciones surgidas desde finales del s. XIX, es hoy en día un público supuestamente formado y con una cierta pátina intelectual. Una pátina cada vez más residual en un ambiente dominado por la inmediatez y la falta de análisis de la realidad que nos rodea. De ahí que la inconsistencia del discurso teatral no sea más que un reflejo de la fragilidad del ámbito social en el que surge. Y el público, evidentemente, es parte de este deambular sin rumbo en el que nos hallamos todos embarcados.
Libros de Esperpento Ediciones Teatrales
Dentro de este marco hay margen para un “cierto” éxito de algunas propuestas que están tirando del carro bajo ciertas marcas autorales o corporativas. Posiblemente de ahí derive la idea de que la dramaturgia española actual atraviesa un buen momento. Y seguro que es verdad. Lo que a veces no quiere verse es la multitud de propuestas que nacen y mueren en los meandros de la invisibilidad, la mayoría de las mismas con un paso efímero por las llamadas salas alternativas y que, como mucho, quedan emparedadas en la letra de unos libros de teatro que se leen muy poco.
 Un buen amigo sostiene que el teatro alternativo tiene que estar subvencionado para poder sobrevivir. Yo le negaba esta máxima creyendo que la permanencia tiene que venir de la autosuficiencia. Hoy en día no lo tengo tan claro. Lo que sí que voy teniendo cada vez más claro es que los dineros públicos deberían de invertirse en la promoción del teatro de base, y no en alharacas derrochadoras que no reportan nada al propio teatro. El dinero destinado al teatro por las administraciones públicas, como bien de interés cultural, es descaradamente insuficiente, pero también podemos convenir que su distribución es fatalmente inconveniente.
Las salas de pequeño formato, donde malvive el 80% de los profesionales del teatro, no son viables nada más que, escasamente, para aquellos que las regentan (otros héroes de este entramado), pero para las compañías no sale a cuenta nada más que para matar el gusanillo. Para estabilizar este aspecto haría falta poner los precios de las entradas a 40 o 50 euros como mínimo. En la actualidad si pasas de 12 o 15 euros lo mismo te quedas solo con el técnico. Ahí está, por tanto, un campo de actuación claro de las administraciones públicas. Subvencione usted más al público y no tanto a los teatros públicos, le diría yo a los políticos, y verá usted como el asunto empieza a funcionar.
Últimas novedades de la editorial
Uno de los mayores escollos a la hora de ver la situación general son las grandes cifras ofrecidas por los anuarios y estudios sobre las artes escénicas (SGAE, Academia de las Artes Escénicas, etc.) que solo recogen macro-cifras que no dejan ver el bosque de la situación real del sector. Hablar de más de 2.000 millones de recaudación el último año parece una broma cuando el 2,5% de las compañías recaudan más del 30% de los ingresos totales (aquí se incluyen, por supuesto, musicales y teatro comercial). Y del resto hay que contar con que el 75% de los teatros son públicos y la mayoría no cuenta con una programación regular, y mucho menos fuera de los fines de semana. Sin embargo el 63% de las compañías teatrales activas tienen menos de 4 trabajadores y suelen recalar en el 8% de los teatros, que son los que tienen menos de 200 butacas y son de titularidad privada. Cutre, no; lo siguiente.
El problema es que en esta ecuación el público importa poco a los poderes públicos. No cuenta para nada. No es un factor a tener en cuenta. Si nadie cuida a los profesionales, ¿quién va a cuidar del público? Pero el público es fundamental para la permanencia del hecho teatral, como ya hemos visto.
Los públicos que ahora atraemos al teatro con el dinero público es el que va a ver a las grandes estrellas mediáticas de la televisión, que encuentran en el teatro un lugar para fisicalizarse ante sus fans. Esto deriva inevitablemente en producciones cercanas al teatro comercial, que muchas veces se pagan con dinero de todos. Y por otra parte también se destinan bastantes recursos a un cierto público “cautivo” (jóvenes, mayores, sectoriales, etc.) que tampoco parece repercutir en la formación de públicos sólidos que se incorporen al tejido teatral, sino que simplemente intenta lograr “otros” fines recurriendo al teatro para justificarse.
Últimas puestas en escena de obras publicadas en la editorial.
El público es ese gran desconocido del mundo teatral. Es un “ente” abstracto manoseado por políticos y programadores para otros fines que nada tienen que ver con la cultura. Sin caer nunca en el aburrimiento (término ominoso), el teatro tiene que cautivar al público desde nuevas propuestas capaces de atraer cada vez a más personas a esta fantástica aventura. El público tiene que ir al teatro por que le guste ir al teatro. Y, por supuesto, el teatro debe de ser accesible al público.
Evidentemente, y como editor de teatro, creo que nadie debe de olvidar que “el teatro también se lee” y si no conseguimos que el público disfrute tanto con las puestas en escena como con la lectura de las obras teatrales, no saldremos nunca de la irrelevancia. Y creo, firmemente, que el público teatral será lector o no será…


lunes, 12 de noviembre de 2018

TRADICIÓN E INNOVACIÓN EN EL TEATRO ESPAÑOL ACTUAL, de Francisco Gutiérrez Carbajo


TRADICIÓN E INNOVACIÓN 
EN EL TEATRO ESPAÑOL ACTUAL
de
Francisco Gutiérrez Carbajo
Prólogo: César Oliva
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Tapa blanda, 300 pág. 13,8 x 21 cm. 
ISBN 978-84-947904-8-5
Francisco Gutiérrez Carbajo es Catedrático de Literatura Española, Académico de número de la Academia de las Artes Escénicas de España y Académico correspondiente por Madrid de la Reial Acadèmia de Bones Lletres. Ha sido presidente de la Asociación Española de Semiótica, Decano de la Facultad de Filología de la UNED y ha impartido clases en universidades europeas, africanas y americanas. Pertenece a los comités científicos de revistas internacionales de impacto y ha publicado numerosos trabajos y más de cuarenta libros en editoriales de reconocido prestigio.
Una de sus principales líneas de investigación es el teatro, a cuyo conocimiento y difusión ha dedicado numerosos libros y ediciones críticas.
Tradición e innovación en el teatro español actual es una reelaboración de algunos de sus trabajos, donde aborda con su lúcida escritura la escena actual, tanto en lo que tiene de pervivencia del mundo clásico como en sus aspectos más innovadores. Después de un detallado “estado de la cuestión”, analiza el teatro de Miguel Hernández, la recreación de autores clásicos (Alonso de Santos…), de textos bíblicos (Riaza, Miras, Murillo y Corredoria), las adaptaciones (Lola Blasco…), las dramaturgias de Angélica Liddell y César López Llera, y la presencia de la medicina y de la física en Sanchis Sinisterra, Diana de Paco y Alfonso Vallejo.
Todo ello está introducido por un excelente trabajo del Catedrático César Oliva, uno de los más prestigiosos investigadores europeos del arte escénico en todas sus facetas.
FRAGMENTO DEL PRÓLOGO DE CÉSAR OLIVA
Entra enseguida (el autor) en el meollo del libro, cual es penetrar en la dialéctica entre tradición y vanguardia, que sigue estando vigente ya que ha sido objeto de muchas y muy variadas exploraciones, como aquí mismo se citan de manera precisa. Dentro de esta dialéctica se encuentra el teatro de la palabra, cuya presencia “contribuye a establecer un diálogo enriquecedor, con la poesía, la música, la imagen, pero también con otras manifestaciones basadas esencialmente en la narratividad, como la novela y el cine”. En los diversos capítulos de este libro se discutirán las transformaciones que introduce la palabra que, para el autor, constituye el vehículo esencial de la comunicación escénica.
Gutiérrez Carbajo conoce en profundidad la escena española contemporánea, a la que va a pasear por las páginas, no sólo con la mención de creadores sino de estudiosos que han hecho de la tradición clásica un medio de conocimiento y reflexión acorde con los primeros años del siglo XXI. La estructura de los estudios que inicia a partir de este primer capítulo es muy similar: una introducción sobre el asunto que plantea, con abundante manejo de conocimientos previos de cuantas referencias se citan; pasar a continuación a considerar al autor, autores o temática elegida, y los elementos que como investigador merecen más su atención, los cuales son sometidos a la lupa del observador; terminando el epígrafe con el detalle de la bibliografía utilizada, en la que no regatea amplitud y concreción.
FRAGMENTO DEL ESTADO DE LA CUESTIÓN, 
POR FRANCISCO GUTIÉRREZ CARBAJO
El teatro español actual lleva a cabo un diálogo con las dramaturgias y los autores más representativos de todas las épocas, empezando por los clásicos y siguiendo por las diversas corrientes y movimientos -no solo españoles-, que han configurado la historia de la escena. El arte dramático parece seguir los postulados de Engels, según los cuales, hay que estar al día, es decir, hay que seguir la voz de la historia. Esa imbricación con el pasado le facilita a su vez la proyección hacia el futuro. Se sitúa, por tanto, en la ruta que marca Nietzsche en El caminante y su sombra, según la cual, el menester de los grandes creadores consiste en partir de los modelos de los maestros anteriores e intentar vencerlos con gracia, de modo que se note al mismo tiempo la sujeción y la victoria.

Los medios e instrumentos más avanzados facilitan hoy más que nunca la relación entre clasicismo y vanguardia, entre tradición e innovación.
A la vez que se enriquece la dimensión histórica, el arte escénico en el plano sincrónico no se muestra como una creación autónoma e insolidaria, sino que establece conexiones con las diversas manifestaciones literarias, culturales y artísticas, como la novela, la poesía, el cine, la música, las nuevas tecnologías… etc., desarrollando desde el punto de vista semiótico una rica intermedialidad e interdiscursividad.

También a la venta en librerías físicas y virtuales (Pídeselo a tu librero)

Distribución nacional: LATORRE LITERARIA