LA PARADOJA DEL DRAMATURGO (VV. AA.)
Tapa blanda, 308 pág., ISBN 978-84-945155-8-3
ESPERPENTO EDICIONES TEATRALES
PRÓLOGO DE FRANCISCO GUTIÉRREZ
CARBAJO
(Fragmento)
No
es extraño encontrar en los textos de esta antología la desacralización de los
personajes, ya que estos se alejan de una representación como seres planos, en
el sentido de Foster y de una construcción como entidades monosémicas y
cerradas. Ello no obsta para hallar en la propia representación una defensa de su
potente identidad como actores, que los lleva en ocasiones a enfrentarse con el
director o con el autor y a no aceptar los papeles que se les encomienda.
Se
recurre, así, al ejemplo de Augusto en Niebla
de Miguel de Unamuno, de forma
explícita en la pieza de Miguel Ángel Martínez y de manera implícita en muchas
otras.
Como
un diálogo intertextual con Pirandello, en el que no se asumen sus premisas, el
actor es el que busca al personaje en la obra de Jerónimo López Mozo. Cuando el
personaje le pide un papel al Autor, este le comenta que debe solicitárselo al
director. Ante la insistencia del Actor, el Autor le argumenta que en la próxima
obra quizá “tenga un personaje” para él. El Actor exclama alborozado: “¡Al fin
un personaje para mí!”
En
Mejor al aire de Elena Belmonte, la Autora formula una interrogación retórica
y exclama: “¡¿Y quién coño crees que es el personaje?! ¡Un personaje es una
marioneta y es el autor el que maneja los hilos! ¡Esta situación es absurda!”.
En
Ilústrame de Pablo Canosales, el protagonista le recuerda al Autor
que “es uno de sus personajes”. Más adelante ha de insistirle en que el
compromiso del autor es con sus personajes y que estos necesitan salir a la
luz. Habla en nombre de su colectivo, el colectivo de “los personajes cansados
de su autor”.
Alberto
de Casso Basterrechea en Gema y Emma se refiere varias veces explícitamente a la función de
esta categoría dramática y se habla incluso de la “construcción del personaje”.
Ante la actitud de su amiga, Emma le explica con reiteración: “Es para preparar
mi personaje”, y Gema le comenta que el personaje acompaña como una sombra
siniestra.
Entre
los personajes que pueblan el grandioso universo de Juana o el clitorio de Dios de José Manuel Corredoira, Juana es el de mayor
densidad semántica. En relación con ella, el lenguaje adquiere las mayores
potencialidades que puede alcanzar un discurso en escena, y en Sal de de mi cama! de
Yolanda Dorado el personaje de la Mujer Errante pone en entredicho el oficio de
la Autora. Le dice que no sabe qué contar y, sin embargo, quiere relatar su
vida. En el sentido que hemos glosado en alguna ocasión de que en el teatro “el
hábito sí hace al monje”, la Aurora le comenta a la Hermana Menor que “los
zapatos definen al personaje”.
Juana Escabias en Retrato de
mujer con sombrero destaca con fina intencionalidad
frente a la actriz el poder casi omnímodo del Director, que proclama: “La
insistencia como vía para vencer al contrario. Subyugar su resistencia, someter
la voluntad que se opone a los deseos de uno mismo. La encarnación del personaje
vencedor en el conflicto”.
En
contraste con esta función plenipotenciaria del Director, Juan García Larrondo
concede a los personajes el poder de los dioses, y retan al propio autor: “Parodiamos
al Todopoderoso y construimos personajes a nuestra imagen y semejanza, por eso
te son tan familiares. Pregúntales tú mismo. Les conoces. El autor es lengua de
fuego y maravilla. Lo afirmaste en una de tus obras. Demuéstralo ahora”.
El
personaje en Aparta de mí este cáliz de Yolanda García Serrano pide ser salvado de la muerte
porque, como él mismo reconoce, es un “personaje magnífico”: “Una palabra tuya
bastará para salvarme. Anota que al final tu hijo se salva de morir clavado. Tú
eres el creador, tú me hiciste, no puedes destruirme como si no te importara (…)
Reescribe mi historia. Soy un personaje magnífico”.
El
silencio de José Moreno Arenas abre la
didascalia inicial con una referencia a esta categoría dramática: “Despacho-estudio-habitación
de un “Creador de Personajes”. Caos organizado o desorden controlado, según se
prefiera”. Moreno Arenas ilustra, así, la afirmación de Derrida (1976) de que “el
teatro es un caos que se organiza”.
En
Abril de Miguel Murillo, el Autor le dice al Actor I que es
una pura fantasía, que solo existe en su imaginación, y en la obra de Fernando
Olaya, este elemento dramático fundamental aparece ya en el propio título de la
pieza: El dramaturgo que confundió a los personajes
con los actores (o viceversa).
El Dramaturgo, “pensando en alto”, inicia su discurso con un procedimiento
metateatral centrado en los personajes: “Que los personajes tengan que actuar dentro
de la obra me parece un buen recurso”.
Diana
M. de Paco Serrano declara en la didascalia inicial de En blanco que
el “personaje está difuminado, como en una especie de nube
blanquecina. No se distingue bien su silueta”. En consonancia con ello, en
una de sus primeras intervenciones, el personaje le dice a la
Autora: “Perfílame, anda, ponme algún matiz, relléname de contenidos,
que estoy hecho una birria”. Si López Mozo se refiere a Pirandello, la Autora en la
pieza de Diana M. de Paco Serrano solicita la ayuda del dramaturgo italiano: “Ay, ¿qué está
pasando?... Entonces todos mis personajes están enfadados comigo. ¡Pirandello, ayúdame! ¿Qué
hiciste tú para contentar a tus seis criaturas?”. Más adelante el
personaje le aclarará a la Autora que sus criaturas están
escribiendo la obra que piensa que está escribiendo ella, y que incluso se
han invertido los papeles: “Porque tú ahora eres el personaje y
nosotros los
autores”.
Este
intento de transformación del dramaturgo en personaje está igualmente presente
en El encuentro de Alfonso Plou: “De dramaturgo a dramaturgo: te quiero
convertir en un personaje”. Sobre este recurso se insiste en los diálogos
posteriores entre A(utor) y S(hakespeare). El propio S termina admitiendo esa
transformación: “... Y ya que me voy asumiendo como personaje de tu comedia...
Te podré decir...”.
En
un sentido inverso, un dramaturgo tan sabiamente transgresor como Pedro Víllora
sigue la tradición aristotélica en su pieza Linda
Muñequita. En ella el autor noruego Henrik
Johan Ibsen le dice a Nora: “Antes que nada eres personaje”. La
mujer considera que es más bien “un modelo a seguir” y que el Autor no habla ni
piensa como el creador revolucionario y concienzudo a quien ella quería querer
y respetar: “Tal como yo soy, no puedo por ahora ser tu personaje”.
En
la caracterización del personaje, en el tratamiento del espacio y del tiempo,
en su reflexión sobre el arte escénico, y, en general en la construcción de la
obra, los autores recurren con frecuencia al procedimiento del metateatro.
...
En
Escritura de Iván Cerdán Bermúdez, Marta le achaca a Simón que se
limite a adaptar la realidad de la familia y que además esa escritura no se
base en su propia experiencia sino en lo que le han referido: “Es que tú no lo
has visto. ¡Te lo han contado! Pasa lo mismo con el monólogo que hiciste sobre
mi padre”.
...
Esta
fina ironía está presente ya en el propio título de la obra de Alfonso Zurro, y
en las palabras del primer parlamento de la Reina, en Estábamos celebrando el Nobel de Juan Mayorga: “Dejemos claro que a mí no me gusta el teatro (...)
Esta era de dramaturgos. Caras tristes. Gestos profundos. Calvicie intelectual.
Trascendencia. Tedio. Desconsuelo”. Cuando el Autor declara que el teatro es
imaginación, la Reina responde con énfasis: “¡No!, el teatro ha de ser... ¡verdad!
Una verdad verificada con mayoría absoluta de monarquía democrática
parlamentaria”.
...
La
maestría de López Mozo ha sido reconocida por sus colegas dramaturgos y por los
investigadores, como tuve ocasión de demostrar en la edición de Cúpula Fortuny. En
su pieza incluida en esta antología reelabora de un modo espléndido la fórmula
pirandelliana. Aquí el personaje no busca al autor, sino que solicita que se le
asigne un papel.
...
Si
la influencia de Pirandello y la de Unamuno está presente o subyace en la capa
latente de todas estas creaciones, Miguel Ángel Martínez lleva a cabo una
reactualización de las tesis unamunianas. Como en un juego de lanzadera,
Alberto y Miguel se cruzan sus recriminaciones, en una magnífica pugna dialéctica
en la que se hace referencia a dramaturgos como Valle-Inclán o Muñoz Seca y a
obras y personajes de Shakespeare, como Hamlet y Ofelia.
LA PARADOJA DEL DRAMATURGO
OBRAS INCLUIDAS:
Mejor al aire, de Elena Belmonte
Ilústrame, de Pablo Canosales
Gema y Emma, de Alberto de Casso Basterrechea
Escritura, de Iván Cerdán Bermúdez
Juana o el clitorio de Dios, de José Manuel Corredoira
Sal de mi cama!, de Yolanda Dorado
Retrato de mujer con sombrero, de Juana Escabias
Narciso en tercera persona, de Juan G. Larrondo
Aparta de mí ese cáliz, de Yolanda Gª Serrano
Un actor en busca de personaje, de Jerónimo L. Mozo
Nieto de Hamlet con revólver de
John Wayne, de Miguel Ángel Martínez
El silencio, de José Moreno Arenas
Abril, de Miguel Murillo Gómez
El dramaturgo que confundió a sus
personajes con los actores (o viceversa), de
Fernando Olaya Pérez
En blanco, de Diana M. de Paco Serrano
El encuentro, de Alfonso Plou
Linda muñequita, de Pedro Víllora
Estábamos celebrando el Nobel de Mayorga, de Alfonso Zurro
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