LOS TIGRES ESCONDIDOS EN LA ALCOBA,
de ENRIQUE JARDIEL PONCELA
Tapa blanda, 324 pág. 13,8 x 21 cm.
ISBN 978-84-946696-6-8
FRAGMENTO DE LA INTRODUCCIÓN
por ENRIQUE GALLUD JARDIEL
La
pieza es una comedia policiaca, con un asunto similar a Los ladrones somos
gente honrada —uno de los mayores éxitos de Jardiel— y de una perfección
técnica formidable. El título incluye un misterio que no se desvelará
hasta el final de la comedia, creando interés en el espectador potencial. ¿Qué
simbolizan esos tigres escondidos en la alcoba matrimonial? Acabamos sabiendo
que las fieras aluden a las intimidades conyugales, que pueden acabar con la
felicidad de un hombre.
La
obra trata de unos ladrones profesionales que planean un golpe casi perfecto.
La banda, con apariencia de gente noble, prepara una serie de trampas en una
suite de hotel con el fin de robar a los siguientes ocupantes de la misma, pero
no cuentan con que los próximos inquilinos no van a ser precisamente inocentes
y confiados, sino todo lo contrario, viejos conocidos de la profesión. La trama
argumental es muy elaborada y con sorprendentes giros. El espacio del hotel
permite al autor dar rienda suelta a su fantasía y plantear situaciones muy
originales a partir de micrófonos, maletines que se confunden y pistas falsas,
así como de falsas identidades se suceden de principio a fin, dando de esa
forma esa sensación de que nadie es quien parece ser y que todos mienten.
La lengua de la obra está muy elaborada. Hay
que destacar el empleo de bastantes términos pertenecientes al argot del hampa.
También se encuentran en ella hallazgos cómicos, como el del lenguaje
telegráfico, fruto de la incapacidad de los personajes de completar sus frases
con las partículas gramaticales necesarias.
FRAGMENTO DE "LOS TIGRES
ESCONDIDOS EN LA ALCOBA"
En este instante, CELINDA
agita su cabeza en el diván y habla con los ojos cerrados.
CELINDA
Con voz angustiada.
¡No!
¡No!
MERCHE
¿Eh?
CELINDA
¡No,
por Dios! ¡Yo no tengo las alhajas! ¡En los viajes las guarda siempre mi
hermana Merche! ¡Y si no, mi marido! ¡Pero yo no! ¡Yo, no!
MERCHE
Tierna.
¡Pobrecilla!
Quizá es cierto que sus pesadillas la hacen sufrir.
Llamándola.
¡Celinda!
¡Celinda! ¡Despierta!
CELINDA
Despertando de un golpe y
enderezándose bruscamente para quedar sentada normalmente en el diván, aterrada
y mirando a su alrededor.
¿Eh?
¿Quién es? ¿quién era? ¡Dios mío! ¿Esta vez no era un muerto?
MERCHE
¿Un
muerto?
Riendo.
¡Qué
disparate! ¡No es nadie, ni muerto ni vivo!... No era nadie, Celinda, Era que
soñabas...
CELINDA
¡Ah!
¡Soñaba!... ¡Oh!
Oprimiéndose las sienes
fatigada.
¡Y
siempre la misma pesadilla espantosa!
Por la alcoba surge SARA
con cierta alarma.
SARA
¿Qué
es eso? ¿Le ocurre algo a la señora?
MERCHE
Nada,
Sarita. Que soñaba en voz alta. Lo de siempre. Pero, ya que estás ahí, ayúdala
a vestirse. Porque se echa encima la hora de la cena. Como no sea que no
quieras bajar al comedor...
CELINDA
Levantándose, rápida.
¡Sí,
sí! ¿No he de querer bajar? ¡Si está ya instalado en el jardín y hace una noche
maravillosa, y la orquesta es estupenda! ¡Pues así que no pienso bailar entre
plato y plato!
MERCHE
Sonriendo.
¡Bailar
entre plato y plato! Celinda, eres terriblemente joven.
Poniéndose seria y grave.
Deberías imitarme a mí un poco en lo de
evitar ciertas cosas que no nos van bien a las mujeres casadas...
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